INTRODUCCIÓN
El fruto del Espíritu Santo es uno de los aspectos más
dejados de lado en lo que respecta a la enseñanza bíblica sobre la
santificación.
Hay varios motivos para esta situación:
1. La
preocupación por lo externo. Aunque los
estudiantes varias veces murmuran y se quejan cuando tienen que rendir pruebas
en el salón de clase, en cierto sentido sabemos que realmente las queremos
rendir. Las pruebas que miden la destreza, los logros, y el conocimiento son
hasta moneda corriente en las revistas. Las personas quieren saber en qué nivel
se encuentran. ¿He alcanzado la excelencia en una empresa determinada, o acaso estoy
sumido en la mediocridad?
Los cristianos no son distintos. Tendemos a medir nuestro
progreso en la santificación examinando nuestro desempeño con estándares
externos. ¿Decimos malas palabras? ¿Tomamos alcohol? ¿Vamos al teatro a ver películas?
Estos estándares con frecuencia se utilizan para medir la espiritualidad. La
prueba verdadera -la evidencia del fruto del Espíritu- muchas veces es ignorada
o minimizada. Esta es la trampa en la que cayeron los fariseos.
Le escurrimos el bulto a la verdadera prueba porque el
fruto del Espíritu es más nebuloso. Las demandas que hace a la personalidad son
mayores que lo demandado por los estándares superficiales. Es mucho más fácil
reprimirse y no decir malas palabras que adquirir el hábito de la paciencia
piadosa.
2. La
preocupación por los dones. El mismo Espíritu
Santo que nos guía a la santidad y da su fruto en nosotros también le da los
dones espirituales a los creyentes. Parece ser que estamos mucho más
interesados en los dones del Espíritu que en su fruto, a pesar de la clara
enseñanza bíblica de que uno puede poseer los dones y ser inmaduro en el
progreso espiritual. Las cartas de Pablo a los Corintios dejan esto bien en
claro.
3. El problema
de los no creyentes justos. Resulta frustrante
medir nuestro progreso en la santidad por el fruto del Espíritu cuando algunos
no cristianos exhiben las virtudes contenidas en el fruto, y hasta lo hacen en
mayor grado.
Todos conocemos a personas que no son creyentes pero que
exhiben más mansedumbre o paciencia que muchos cristianos. Si las personas
pueden tener "el fruto del Espíritu" independientemente del Espíritu,
¿cómo es posible que podamos determinar nuestro crecimiento espiritual de esta
manera?
Hay una diferencia cualitativa
entre las virtudes del amor, el gozo, la paz, la paciencia, etc., engendradas
en nosotros por el Espíritu Santo, y las virtudes exhibidas por los no cristianos.
Los no cristianos operan en base a motivos que son en última instancia egoístas.
Pero cuando los creyentes exhiben el fruto del Espíritu, están exhibiendo las
características que en último término se dirigen hacia Dios y hacia los demás.
Ser llenos del Espíritu significa que la vida de una persona está controlada
por el Espíritu Santo; los no cristianos solamente pueden exhibir estas
virtudes espirituales en la medida de su habilidad humana.
Pablo enumera el fruto del Espíritu en su epístola a los Gálatas: "Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:2223). Estas virtudes deben caracterizar la
vida de un cristiano. Si somos
llenos del Espíritu, exhibiremos el fruto del Espíritu. Pero, por supuesto, esto lleva su tiempo.
No se trata de una adaptación superficial
de nuestra personalidad que tiene lugar de un día para otro. Este cambio involucra dar una nueva forma a las
inclinaciones más profundas de
nuestro corazón, se trata del proceso de
santificación del Espíritu Santo que dura toda la vida.
RESUMEN
1. Tendemos a dejar de lado el estudio del fruto del
Espíritu porque:
(1) estamos preocupados por 10 externo;
(2) estamos preocupados por los dones espirituales; y:
(3) reconocemos que muchos no cristianos exhiben las
virtudes espirituales mejor que los cristianos.
2. Es más fácil medir la espiritualidad por lo externo que
por el fruto del Espíritu.
3. Podemos tener los dones espirituales y ser todavía
inmaduros.
4. Existe una diferencia cualitativa entre la presencia de
las virtudes espirituales en los no cristianos y en los cristianos.
En el caso de los no cristianos, es simplemente fruto del
esfuerzo humano. En el caso de los cristianos, es Dios el Espíritu Santo produciendo
el fruto espiritual en una medida superior a cualquier habilidad humana.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Romanos 12:1-21, 1 Corintios 12:1-14:40, Gálatas 5:19-26,
Efesios 4: 1-6:20.