INTRODUCCIÓN
La institución del matrimonio fue ordenada e instituida
por Dios en la creación. Cristo la santificó con su presencia en las bodas de Canaán
y por medio de las instrucciones dadas por los apóstoles en el Nuevo
Testamento. La mayoría de las ceremonias de casamiento reflejan esto y
reconocen el origen divino del matrimonio. Lo que se suele ignorar o pasar por
alto en los contratos modernos es que el matrimonio ha sido regulado por los
mandamientos de Dios. La ley de Dios circunscribe el significado y la
legitimidad del matrimonio.
El matrimonio debe ser una relación exclusiva entre un
hombre y una mujer en la que ambos se convierten en "una carne", siendo
unidos física, emocional, intelectual y espiritualmente. La intención es que
dure por toda la vida. La unión está asegurada por un voto sagrado y una alianza,
y consumada con la unión física. La Escritura señala solo dos motivos por el
cual esta unión puede ser disuelta -la infidelidad y el abandono.
La infidelidad está prohibida en la relación matrimonial.
La institución del matrimonio fue creada por Dios para que los hombres y las
mujeres pudiesen complementarse mutuamente y participar en su obra creativa de procreación. La unión
física necesaria para la procreación tiene también un significado espiritual.
Está señalando e ilustrando la unión espiritual entre el
esposo y su esposa. Pablo utiliza esta unión para simbolizar la unión entre Cristo
y su iglesia de la misma manera que el Antiguo Testamento describía a la
relación de la alianza entre Dios e Israel con la figura del matrimonio. La
fidelidad, el cariño y el apoyo mutuo, deben estar en el fundamento del
matrimonio. Los actos de infidelidad quiebran este pacto y, en consecuencia, le
permiten a la parte lastimada la posibilidad de pedir el divorcio.
Además, Pablo en 1 Corintios 7:12-16 nos dice que si
alguien de la pareja es abandonado o abandonada, él o ella no tienen la obligación
de mantener la alianza matrimonial. El abandono, como la infidelidad, es una
violación fundamental de la intención de Dios para el matrimonio.
El matrimonio es una ordenanza de la creación. No es
necesario ser un cristiano para recibir la gracia común de esta institución.
Mientras que todos los hombres y las mujeres pueden casarse, el cristiano debe
casarse solamente "en el Señor". La Escritura es clara a este
respecto y prohíbe que los cristianos se casen con los no cristianos.
En la institución del matrimonio, el marido debe ser
"la cabeza" de la mujer. La mujer debe sujetarse a su marido como se
sujeta al Señor. El marido debe amar a su mujer y entregarse a ella con
sacrificio de la misma manera que Cristo amó a su esposa, la iglesia, y entregó
su vida por ella.
RESUMEN
1. El matrimonio ha sido instituido por Dios y está
regulado por Dios.
2. El matrimonio debe ser monogámico.
3. La unión física permitida y ordenada en el matrimonio refleja la
unión espiritual entre el esposo y su esposa.
4. El estado matrimonial es utilizado en sentido figurado
en la Escritura para ilustrar la relación entre Cristo y su iglesia.
5. El matrimonio, siendo una ordenanza de la creación, es
posible para todos los seres humanos. La iglesia reconoce los matrimonios
civiles. Los cristianos, sin embargo, deben casarse "en el Señor".
6. Dios ha ordenado la estructura de la unión matrimonial.
Cada miembro de la pareja tiene mandatos específicos de Dios que debe obedecer.
PASAJES BÍBLICOS PARA LA REFLEXIÓN
Génesis 2:24, Mateo 19:1-9, 1 Corintios 7, Efesios 5:21-33, 1 Tesalonicenses 4:3-8, Hebreos
13:4.