INTRODUCCIÓN
¿Es
posible que la lectura devocional de la Biblia sea un impedimento para el
crecimiento cristiano? Si se convierte en un sustituto del estudio serio de la
Biblia, contesto categóricamente que sí.
Debo
hacer una concesión, sin embargo, y se
trata de que no estoy totalmente seguro si entiendo la diferencia que existe
entre la "lectura devocional de la Biblia" y el estudio
bíblico serio. El estudiar la Biblia en serio
es en sí un acto devocional. C. S. Lewis en
cierta oportunidad señaló:
Este
estudio es algo así como un experimento. Su traducción está dirigida al mundo
en su totalidad, y no solamente a los estudiantes de teología. Si tiene éxito,
es posible que le sucedan otras traducciones de otros grandes libros
cristianos. En un sentido, por supuesto, no es la primera traducción en este
campo. En el mercado podemos encontrar traducciones de la Teología Germánica, la Imitación, La Escala de la Perfección, y Las Revelaciones
de Lady lulian de Norwich, todas ellas muy valiosas si bien no todas con el
mismo grado de altura académica. Pero conviene señalar que todos estos libros
son de devoción y no de doctrina.
Pero,
ahora bien, el laico o el aficionado deben ser instruidos además de ser
exhortado. En los días que corren su necesidad de conocimiento es apremiante.
Tampoco es mi intención admitir que exista ningún tipo de división marcada
entre estos dos tipos de libro. Personalmente, tiendo a encontrar los libros
doctrinales de mucha más ayuda en la devoción que los libros propiamente
devocionarios, y me inclino a pensar que esta misma experiencia es compartida
por muchos otros. Creo que muchas personas que encuentran que "no pasa
nada" cuando se sientan, o se arrodillan, frente a un libro devocional,
descubrirían que su corazón comienza a cantar sin que nadie se lo pida mientras
tratan de descifrar un pasaje difícil de teología, con una pipa entre sus
dientes y sosteniendo un lápiz en sus manos.
Hay
muchas ayudas disponibles para las lecturas diarias devocionales. Aquellas
personas que leen la Biblia todos los días durante quince o veinte minutos son
una minoría. Aunque sin duda que quince minutos de lectura diaria de la Biblia
es mejor que ninguna lectura.
El
problema surge cuando pensamos que podemos sondear las profundidades de las
Escrituras con un simple régimen de quince o veinte minutos diarios. Muy pocas
disciplinas pueden ser dominadas con ese lapso de atención tan breve. Para
crecer en el entendimiento maduro de la Palabra de Dios se requiere un esfuerzo
más concertado que el que puede ser logrado por breves períodos de lectura
devocional.
La
lectura devocional es un gran complemento al estudio en serio pero no
constituye un sustituto a dicho estudio. Un estudio de las referencias bíblicas
al final de cada capítulo de este estudio, y el comentario que se hace de las
mismas dentro de los capítulos, puede resultar un excelente comienzo para dicho
estudio en serio.
LA PEREZA
Karl
Barth en cierta ocasión señaló que los tres pecados primarios y más básicos de
la humanidad caída son el orgullo, la deshonestidad y la pereza. No estoy
seguro que Barth estuviera en lo correcto al jerarquizarlos de esta manera,
pero no cabe duda que son pecados severos sobre los que la Biblia tiene mucho
que decir.
Si
debido a nuestra naturaleza caída tenemos una inclinación pronunciada hacia la
pereza, debemos estar en guardia para evitarla.
No
es para nada seguro el presuponer que el nuevo nacimiento nos librará inmediata
y completamente de ser perezosos.
No
nos curamos más instantáneamente de la indolencia que lo que nos curamos del
orgullo o la deshonestidad.
La
vida cristiana demanda un arduo trabajo. Nuestra santificación es un proceso en
el que somos colaboradores de Dios.
Contamos
con la promesa de la ayuda de Dios en nuestra labor, pero su ayuda divina no
anula nuestra responsabilidad para asumir el trabajo. "Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad" (Filipenses 2: 12-13).
Esta
ocupación no es algo que nos redunde en méritos o nos gane nuestra
justificación. Es la obra que sigue a la justificación, la consecuencia de la
fe. Los cristianos perezosos permanecerán siempre inmaduros porque no se
dedican a un estudio diligente de la Palabra de Dios.
Con
frecuencia suelo sorprender a mis estudiantes en el seminario cuando les digo
que los errores teológicos son pecados.
Este
cargo les resulta demasiado fuerte ya que presuponen que no puede existir
ninguna culpabilidad moral si alguien comete un error. Yo argumento que la
razón primaria por la que malinterpretamos la Biblia no es porque el Espíritu
Santo ha fracasado en su labor, sino porque nosotros hemos fracasado en llevar
a cabo nuestra labor. No alcanzamos a amar a Dios con toda nuestra mente y
descuidamos nuestra responsabilidad de dedicarnos a un estudio riguroso de las
cosas de Dios.